Dicen que todo en exceso es malo. Y si miramos lo que le pasó a Carlos, nos damos cuenta de que probablemente sea verdad.

 

Nos referimos al exceso de humildad de Carlos, a su manera de ser libre y de vivir la vida, no en pasado ni en futuro, sino en presente. Porque los amaneceres de Carlos aglutinaban pasado, presente y futuro en un mismo día.

 

Ahora recurramos a la utopía e imaginemos un mundo con más Carlos, con muchísimos Carlos; cerremos los ojos y saquemos conclusiones. ¿Seríamos más felices? ¿Mejores personas? ¿Más sociables? …

 

Carlos lo consiguió gracias a unos alicates, un rollo de alambre y unas ideas libres y maravillosas, que nos hacen creer en un mundo en el que “el hombre no es un lobo para el hombre”.

 

Para nosotros, Carlos supuso el prólogo de “nuestra novela de amor”, que a día de hoy seguimos escribiendo. Aquel 28 de noviembre de 2009 fue el comienzo de dicha novela en la que Carlos, sin estar, fue el que más presente estuvo. Todos los personajes se llevaron un “regalo” de Carlos, que refleja, sin duda, un trocito de su corazón, y que cada uno lo ha colocado en el lugar más apropiado de sus casas.

 

Esos alambres que convertía en diferentes tipos de bicicletas son los pensamientos que ayudaban a Carlos a pedalear hacia lugares que nadie se atrevería a imaginar.

 

Carlos, dondequiera que estés, esas bicicletas nunca dejarán de pedalear.

 

Tú siempre estarás en nuestros corazones. GRACIAS.

 

 

Ana y Óscar.

 

“A Carlos lo conocimos hace más de 5 años, cuando aún vivía con María. Los dos portugueses, los dos llegados no se sabía muy bien como, malviviendo juntos en extraña simbiosis. Una historia de pareja llena de abusos que la verdad no dejaba a Carlos en muy buen lugar. Y sin embargo, yo no sé muy bien cómo Carlos consiguió que lo miráramos desde el juicio (y mira que, si me paraba a pensarlo fríamente, era tentador juzgarle, y no muy favorable). Pero no sé, su personalidad llena de vitalidad, su cabeza llena de pájaros y sus conversaciones llenas de sonrisas nos hacían mirarle simplemente como Carlos, sin tener en cuenta su historia, aceptando sus contradicciones ( y quien no las tiene?). Era imposible hacer de él un villano. Era imposible porque siempre hacia que nos sintiéramos a gusto, que nos alegráramos de verle. Carlos era mucho más que cualquier etiqueta de esas que colgamos y con las que vamos funcionando… Y nos hacia ser mejores, al enseñarnos con su simple existencia a no juzgar.

Un artista. Jugaba con el alambre y los alicates y hacia nacer cosas increíbles. El dia que le conocimos me hizo una figurita con mi nombre en alambre colgando de una flor en apenas unos minutos, mientras hablaba con nosotros. Durante horas escuchamos sus quejas eternas ante la policía y la administración, que no le dejaban vender en la calle y le requisaban su material. También sus episodios de rebeldía en los que dejo de trabajar para pedir limosna rodeado de carteles en los que denunciaba que la autoridad le impedía trabajar. Sus dificultades con la vivienda, pues tapiaron la alquería donde vivía y tuvo que marcharse a otra a la que luego llegó un nuevo inquilino que siempre le metía en líos… Pero todo esto lo contaba siempre acabando con una sonrisa, diciendo con ligereza que “así es la vida” y afirmando que nadie le quitaría el humor, porque sin eso sí que no se podía vivir.

Mil pájaros en la cabeza, como cuando quería reclamar la casa ocupada en herencia, o cuando pretendía que le dieran un puesto en un mercadito sin pagar la instalación, o con sus interminables historias de médicos y de esperar turnos para operaciones rarísimas que nunca llegaban, pero también una sabiduría profunda: una opción loca, casi ciega, por la alegría. Una opción que a mí también me gustaría vivir aunque fuera en una pequeña proporción. Porque a Carlos la vida le había dado mil palos, pero el decidió que iba a reírse mucho, y eso nos conquistaba.

Cuando fuimos a verle hace unas semanas me impresionó. Nos habían avisado que estaba en el hospital, con un cáncer, y la verdad es que parecía un cadáver andante, con todos los huesos marcados bajo una piel casi transparente, reducido a un puñadito de carne y esqueleto. Y sin embargo, tenia aun fuerzas para quejarse con chistes de su compañero de habitación. Cuando le contamos que íbamos a ser papás se alegro muchísimo, con la ilusión de niño de siempre. Y como no, una de sus bicicletas, tan suyas, tan preciosas…

Ahora toca decirle adiós, y recordarle. Y que me gusta pensar que cuando nuestro hijo o hija sea mayor juegue con esa bici de metal con las que seguro que muchos niños han jugado desde que Carlos comenzó a venderlas, tendrá la gran suerte de que sus papás no le dirán que la compraron a un señor de la calle, si no que podrán contarle que fue el regalo de Carlos, un hombre muy especial, y contar su historia.

Descanse en paz, Carlos. María te espera en el cielo, y nosotros te sonreímos desde la tierra, diciéndote adiós con una de esas sonrisas que tú nos enseñaste a dibujar.

Un abrazo fuerte a todos!

Rosalía.

Estas últimas semanas Carlos ha recibido visitas y ha hablado por teléfono con amigos. La trabajadora social del Hospital General donde estaba ingresado, pudo poner en contacto a éste con su familia de Lisboa entonces, pero esta vez fue Carlos, hace más o menos una semana, el que llamó a su único hermano. La conversación parece que fue larga, la persona que estuvo presente no sabe portugués, pero si el suficiente para entender algunas frases. De ellas se le quedó grabada una: “Se acabó la guerra”. Estoy seguro de que Carlos se refería a la guerra de la vida. Carlos era consciente de que ya no había vuelta a atrás. La guerra, la vida, se acababa.

Estoy, estamos muy tristes, pero no quiero dejarme arrastrar por la pena. Es cuestión de tiempo pero todos acabaremos esa guerra y la perderemos.

Como decía antes me resisto al dolor, me enfrento a la pena, ahora prefiero pensar en esos momentos tal vez sencillos, pero tan importantes, en que nos pasa algo, o hacemos cosas que de repente proyectan una luz intensa en una existencia muchas veces oscuras.

Conozco a Carlos desde hace seis años. Cuando iba a visitarlo siempre me recibía con una sonrisa. Dejaba su trabajo artesano con el que se ganaba la vida, era un hacha en la creación de las figuritas de alambre, y me dedicaba todo el tiempo que yo quisiera. Y digo que yo quisiera porque era yo el que siempre me despedía, nunca lo hacia él.

Era un luchador a su manera, puede que alguna vez se equivocara en sus tácticas de lucha, pero sacaba pecho y le ponía coraje e ilusión. Recuerdo su enfrentamiento con la autoridad por lo que él creía su derecho a realizar su trabajo en la calle. Recuerdo sus ojos alegres por la ilusión, muchas veces infundada, de que algo bueno le iba a ocurrir. Supongo que siempre es necesario tener ilusiones, tener coraje, pero aun lo es más cuando la vida es dura, cuando la vida es una guerra y hay muchas derrotas.

Carlos esta vez llamo a su hermano. Yo pensaba que había sido al revés, pero no, fue él quien llamo. Me imagino tantos años sin verle, tal vez sin hablarle. Vencer aislamiento, ese silencio buscado y llamar. Llamar para decir entre otras muchas cosas “se acabo la guerra”, para decirle “adiós”. Si, recuerdos. Al final tuvo que decir adiós, decir que se iba. Pero lo llamó, sintió la necesidad de hacerlo. No quería irse solo, quería compartir su despedida de este mundo. ¿Y con quien mejor que con alguien de su familia?.

Adiós Carlos, no te vas solo. Estamos aquí. Y no desapareces sin dejar huella. Estarás siempre con nosotros. Carlos, hay ciertas calles, ciertos lugares en Valencia que inevitablemente los relaciono contigo. Sigo viéndote allí, con tus auriculares en las orejas, y siguiendo el ritmo, mientras tus manos crean tantas cosas con un simple alambre.

Todos te damos un abrazo muy fuerte.

 

Hasta siempre Carlos.

Victoriano

 

   Anoche me desperté, necesitaba decirme algunas cosas respecto a Carlos. Recordé algo de su historia: un hombre creativo, luchador, alegre, con buen humor, amigo de sus amigos… Recuerdo que cuando iba a verle, aunque acabara de empezar un cigarrillo ( y eso que estábamos en la calle! ) , lo retiraba discretamente dejándolo en el suelo, y me atendía con ganas, sin dar la menor importancia a que se le acabara consumiendo ese cigarrillo…nos reíamos. Me contaba como eludía a la policía en la Plaza de la Reina… Era un hombre agradecido y afectuoso, que vivía la vida, y que ha pagado sus facturas hasta el último céntimo (no me refiero a las “dinerarias” ). Tuvo también sus “momentos de gloria”, cuando salió en la prensa por su petición para ser recibido por la alcaldesa, ya que solicitaba vender sus bicicletas en los mercadillos… Y cuando una empresa de mensajería le encargó 50 bicicletas para regalarlas a sus clientes en navidad después de saber que el Ayuntamiento le había multado con 1.500€ por venderlas en la calle…( ¿Dónde están los ladrones? …me pregunto.)

   En fín, hasta el último momento, Carlos nos ha regalado algo de sí mismo: les escribí unas líneas el otro día a Almudena y Victoriano, después de visitarle en Portaceli. A pesar de lo mal que estaba, y de que ya sabía que no iba a “salir de esta”, mientras me contaba anécdotas de dos ocasiones en las que fue a comer a un restaurante “cuando las cosas me iban bien”. Y me permitió ayudarle a comer, a beber, a acostarse, con sencillez, amablemente… El caso es que cuando salí de allí sentí que me iba con un valioso regalo, un regalo de Carlos, por eso necesité escribir a Almudena y Victoriano que Carlos estaba siendo una bendición para nosotros. Hasta esto nos regala.

   Y anoche puede ponerle palabras a lo que viví mientras le miraba el martes, con el convencimiento de que se moría: “Carlos se ha entregado a su destino”. Como se entregó a su vida, con ánimo. Mientras le miraba, trataba torpemente de expresarle en mi pensamiento lo que recordaba de él, mi agradecimiento, Carlos permanecía con los ojo cerrados, inmóvil, pero hizo varias veces una mueca como una sonrisa, y eso me daba ánimos a mi también. Salí entristecida, porque no me había podido comunicar con él . Pero esta noche he tenido la respuesta, quizá ha sido el ultimo regalo de Carlos, no lo sé.

   Lo que sí que sé es que Carlos se puede ir tranquilo, ha dejado aquí amigos, muy buenos amigos como Victoriano, que ha compartido con él mesa y mantel. O como los que han valorado sus bicicletas y las han comprado. O como nosotros, que hemos disfrutado de su alegría, buen humor , generosidad y afecto. Cierto que con claroscuros… Pero todo está bien como está. Carlos, vete tranquilo, puedes hacerlo, todo está bien como está.

Con todo mi afecto para todos y todas, un fuerte abrazo.

 

María Jesús.

Carta de Harry a Carlos (1de6)
Carta de Harry a Carlos (1de6)
Carta de Harry a Carlos (2de6)
Carta de Harry a Carlos (3de6)
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Carta de Harry a Carlos (4de6)
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Carta de Harry a Carlos (5de6)
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Carta de Harry a Carlos (6de6)
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